¡Imitemos el ejemplo de humildad que nos da la Santísima Virgen María!
Todos los pueblos del mundo la glorifican y todos los poderes celestiales le sirven. Esta es la Madre que el Señor Mismo nos concedió para que nos cuidara y protegiera.
¡Bienaventurada el alma humilde, porque el Señor la ama!
La humildad de los santos es exaltada en todo el Cielo y la tierra. A ellos, el Señor les concede estar a Su lado: “Donde esté Yo, allí estará también Mi servidor” (Juan 12, 26). La Madre del Señor está en un lugar más alto que todos los demás, por su humildad. Por eso es que todos los pueblos del mundo la glorifican y todos los poderes celestiales le sirven. Y esta es la Madre que el Señor Mismo nos concedió para que nos cuidara y protegiera.
(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2011, p. 92)