Palabras de espiritualidad

La bendición que nos trajo la Madre del Señor

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

No tenemos que perder de vista al mismo Cristo, pues la Virgen María desea que, al venerarla a ella, nuestra mente y nuestro corazón se dirijan en última instancia hacia el Señor.

La Madre de Dios, nuestra Madre bendita, por medio de la cual vino nuestro Señor Jesucristo, ha hecho posible —con su intercesión y su existencia misma— que el infierno haya sido destruido, reducido, disminuido; que Adán haya sido llamado a la vida bienaventurada y que la maldición ya no tenga peso alguno sobre quien busca vivir bajo la bendición. La muerte tiene ahora un sentido distinto al de antes: “la muerte ha sido aniquilada y nosotros hemos resucitado”.

Conscientes de todo eso, le decimos a nuestro Señor Jesucristo: “¡Bendito seas, Cristo, Dios nuestro, por haber querido que así fuera todo! ¡Gloria a Ti!”. Es como si el autor se hubiera acordado de que la Madre del Señor dijo, cuando las Bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Juan 2, 5). Es como si el autor afirmara: “En efecto, rendimos honor a la Madre de Dios por todo lo que ha sido obrado a través del Señor Jesucristo, Quien así lo ha dispuesto con Su beneplácito. No obstante, no tenemos que perder de vista al mismo Cristo, pues la Virgen María desea que, al venerarla a ella, nuestra mente y nuestro corazón se dirijan en última instancia hacia el Señor”.

 

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 52-53)