El color de la juventud debe ser el de la pureza
La historia del cristianismo conoce períodos enteros en los que los jóvenes cristianos, criados en la devoción y la castidad, eran conocidos por la pureza que se reflejaba en su mismo aspecto exterior, al igual que en sus corazones.
La pasión carnal innata al hombre se evidencia casi en cada persona desde la edad más frágil. Se sabe que incluso los niños sienten alguna vez determinada inclinación carnal, para no hablar de la edad de la juventud, cuando esos impulsos se manifiestan con mayor fuerza. ¿Cómo podrían refrenarse esos instintos tan desbocados, sin la fe en Dios, sin el temor de Dios, sin la esperanza en el auxilio divino, sin el amor a Dios? La historia del cristianismo conoce períodos enteros en los que los jóvenes cristianos, criados en la devoción y la castidad, eran conocidos por la pureza que se reflejaba en su mismo aspecto exterior, al igual que en sus corazones. ¡Y qué bello era ver a esos y esas jóvenes rebosantes de pureza! ¡Las jóvenes no usaban pintura artificial, como las de hoy en día, que se untan la cara y los ojos, sino que se embellecían con el natural y encantador color de la castidad!
(Traducido de: Arhim. Serafim Alexiev, Tâlcuire la rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sofia, pp.48-49)