La capacidad de reconocernos pecadores
Esta capacidad de ver el pecado, esta visión espiritual, es una cualidad de las mentes que han sanado de la ceguera con la Gracia Divina.
¡Mientras más me dejo llevar por las preocupaciones del mundo, menos me interesan las necesidades de mi alma! Y condeno hasta los más ínfimos errores de mi hermano, porque yo mismo estoy lleno de pecado, ciego, convertido en una estatua de sal, semejante a la mujer de Lot, incapaz de ningún movimiento espiritual.
No he heredado la contrición, porque aún no veo mi propio pecado. Y no podré verlo mientras me endulce con él y me permita su deleite, así sea solamente con mis pensamientos y con la inclinación de mi corazón.
El pecado pude ser visto solamente por aquel que, con una fuerte determinación, se haya deshecho de toda amistad con él, por aquel que se mantenga vigilante con la espada de la Palabra de Dios, por aquel que no dude en cercenar inmediatamente el pecado al sentir su proximidad.
Al que logre enemistarse con el pecado, apartando su mente, su corazón y su cuerpo de todo lo que este implique, Dios le concederá un don inmenso: la capacidad de ver su pecado.
¡Dichosa el alma que ha visto el pecado anidado en su interior! ¡Dichosa el alma que ha visto en sí misma la caída de nuestros proto-padres, la vetustez del viejo Adán! Esta capacidad de ver el pecado, esta visión espiritual, es una cualidad de las mentes que han sanado de la ceguera con la Gracia Divina. La Santa Iglesia Ortodoxa nos enseña a pedirle a Dios, con ayuno y postraciones, la posibilidad de ver nuestros pecados.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Despre înșelare, Galați, Editura Egumenița, 2010, pp. 127-128)