Palabras de espiritualidad

La caridad y el amor al prójimo

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Es nuestra obligación practicar, en primer lugar, la caridad espiritual, amando a nuestros semejantes, y solo después —con toda sinceridad, amor y discernimiento—, ayudarlos materialmente.

La caridad se recompensa en esta vida, y en la vida futura se nos devuelve centuplicada. Entonces, dediquemos nuestra atención a los más necesitados, ayudándolos y atendiendo sus carencias, porque ellos interceden por nosotros ante Dios. La caridad tiene una gran fuerza. Es nuestra obligación practicar, en primer lugar, la caridad espiritual, amando a nuestros semejantes, y solo después —con toda sinceridad, amor y discernimiento—, ayudarlos materialmente. Los hombres de Dios tienen que saber demostrar el amor. El amor tiene su propio lenguaje, el lenguaje de Cristo, y quien tenga este amor sabrá cómo orientarse en cada una de sus acciones. La caridad formal no tiene una gran trascendencia. La caridad se vuelve significativa cuando implica el amor, y movida por este amor se apiada del necesitado. 

El Señor no le da importancia a la cantidad de cosas que damos a los otros; lo que Él valora es nuestra intención de apiadarnos de ellos, y por eso enaltece nuestra voluntad. La caridad tiene que brotar del amor a nuestro prójimo, quien no solo necesita cosas materiales, sino también requiere de nuestro auxilio espiritual. Cuando exhortamos a seguir luchando a quien está atravesando un momento difícil, rayando en la desesperanza, lo podemos librar de una desgracia mayor. Por esta razón, esa forma de caridad tiene un valor incalculable.

(Traducido de: Părintele Efrem Athonitul, Despre credința și mântuire, Editura Bunavestire, Galați, 2003, p. 59)