Palabras de espiritualidad

La caridad y el amor a nuestros difuntos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Los huérfanos, las viudas y los forasteros, dice San Cirilo el Fileota, merecen cualquier clase de auxilio, no así los hipócritas y los perezosos, porque dar a los que no lo merecen significa privar de ayuda a quienes verdaderamente la necesitan.

San Simeón de Tesalónica (†1429) llevó aún más lejos este concepto, al afirmar que la filantropía es un medio para el perdón de los pecados y mejorar el estado del alma después de morir. Así, dice: “Con los oficios memoriales, las oraciones y la Santa Eucaristía, además de los actos filantrópicos para con los más necesitados, el perdón de los pecados se hace posible para aquellos que, aunque pecaron en vida, murieron en contrición... Cada creyente debe saber que, si ama a su pariente difunto, le hace un gran bien cuando practica la caridad en su nombre. El filántropo deviene en fuente de gran felicidad para su pariente que ha pasado a la eternidad, cuando ayuda a los pobres y paga, así, una suerte de rescate por los prisioneros de guerra…”.

A menudo encontramos el concepto según el cual, ser un amante de Dios (filotheos) y de los pobres (filoftochos) significa alcanzar el último grado de perfección. En cierta ocasión, un monje se le acercó a San Cirilo el Fileota y le preguntó cómo hacerse digno ante los ojos de Dios. El santo le recordó que la caridad es una de las virtudes esenciales que debemos alcanzar, una virtud apreciada incluso por los paganos. Pero la caridad no debe ser practicada sin hacer diferencias, es decir, también con aquellos que pueden ganarse la existencia. Los huérfanos, las viudas y los forasteros, insistió el santo, merecen cualquier clase de auxilio, no así los hipócritas y los perezosos, porque dar a los que no lo merecen significa privar de ayuda a quienes verdaderamente la necesitan. Eso sí, si la persona se halla en dificultades, el filántropo no debe observar su carácter, su origen, su religión o su aspecto exterior. Imitando a Dios, tampoco él debe discriminar.

(Traducido de: Demetrios J. Constantelos, Filantropia bizantină și asistența socială, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 59-60)