Palabras de espiritualidad

La eternidad nos espera, querámoslo o no

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Todos partiremos, inexorablemente, a la eternidad. Si no hoy, mañana, o pasado mañana. El sepulcro nos espera. A cada momento.

¿Sabes qué debes hacer para volverte sabio? Ve al cementerio y enciende una vela en el sepulcro que tienes preparado para ti, otra en el sepulcro de tus padres, otra en el de cada uno de tus hermanos ya difuntos... Haz esto al menos una vez a la semana, domingo o sábado.

Ojo a lo que dice San Juan Crisóstomo: “Visita frecuentemente el cementerio. Porque si lo haces, adquirirás una enorme sabiduría, ¡como no podrías hacerlo en ninguna de las mejores escuelas filosóficas del mundo!”.

¡Cuánto provecho nos brinda visitar el cementerio! Porque entendemos que mañana seremos lo que hoy son quienes ahí reposan. ¿Crees que callan? ¡Pero si siempre hablan! “¡Hermanos! Lo que hoy somos nosotros, mañana serán ustedes. Y lo que hoy son ustedes, nosotros fuimos ayer. Pero, he aquí que son ustedes quienes vienen. Son ustedes quienes vienen, no nosotros los que vamos a ustedes”.

Todos partiremos, inexorablemente, a la eternidad. Si no hoy, mañana, o pasado mañana. El sepulcro nos espera. A cada momento. Una vez tuve un reloj que tenía un timbre que decía: “¡sepulcro-sepulcro-sepulcro-sepulcro...!”. Así sonaba. Y siempre me recordaba que he de morir. Tuve otro reloj, después de un tiempo. Éste no decía “sepulcro”. Decía: “¡ahora mismo! ¡ahora mismo! ¡ahora mismo! ¡ahora mismo!”. Y aquel reloj me enseñó que ahora mismo podría partir. Si cada uno de nosotros tuviera en casa un reloj que diga “¡sepulcro, sepulcro, sepulcro!”, créanme, no necesitaríamos ninguna otra filosofía.

Y es que seríamos felices si no olvidáramos nuestra sepultura,. No le tendríamos miedo a la muerte. En absoluto. Si somos conscientes de que nos hemos preparado el equipaje necesario, ¡a la tumba! Porque la vida empieza después del sepulcro, no aquí. Esta vida es una ilusión. ¿Acaso no lo sabían? “Los días del hombre son como la sombra que pasa” (Salmos 143, 4).

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Viaţa Părintelui Cleopa, Editura mitropolitană Trinitas, Iaşi, 2002, p. 324)



 

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