La fe penetra en los abismos de la razón
En este camino, que consiste en “permanecer en la palabra de Cristo”, Dios viene al encuentro del hombre, hace Su morada en él (Juan 14, 23) y le concede un verdadero conocimiento sobre Sí Mismo.
Dios es amor y no puede ser conocido ni contemplado sino con el amor y en el amor; por eso, los mandamientos de Cristo que llevan al conocimiento y contemplación de Dios son los mandamientos del amor. El misterio de la Trinidad permanece insondable hasta el final, porque supera la capacidad de nuestra inteligencia y las facultades de nuestra naturaleza creada. Y, sin embargo, incomprensible y secreto, éste se nos revela incesantemente de forma “existencial”, por medio de la fe y a través de la vida en la fe, como fuente inagotabla de la Vida eterna. La fe, que penetra en las profundidades más inaccesibles de la razón, nos llama al conocimiento de los misterios divinos, no con el raciocinio, sino con el cumplimiento de los mandamientos de Cristo. “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8, 31-32).
En este camino, que consiste en “permanecer en la palabra de Cristo”, Dios viene al encuentro del hombre, hace Su morada en él (Juan 14, 23) y le concede un verdadero conocimiento sobre Sí Mismo. Entonces, todo lo que antes era inconcebible se vuelve luz, y esta luz desvanece nuestro desconocimiento y nuestros desvíos, y nos los revela como consecuencias del pecado y de nuestra caída. De esta forma, ante nuestros ojos se presenta la plenitud infinita, la sabiduría, la belleza y la verdad de la Vida divina, que es Amor.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, pp. 164-165)