La forma en que el cristiano debe entender la muerte
Nuestro hermano no ha muerto, sino que duerme. La verdadera muerte es la del alma. Hoy cerramos el sepulcro donde habrá de descansar su cuerpo, mientras el Cielo se abre para su alma.
«Las lágrimas y la tristeza no son de ninguna utilidad para los difuntos, ni pueden hacerlos volver de la vida eterna, mucho menos levantarlos de sus sepulcros. Por eso fue que los divinos apóstoles dijeron que no debemos sufrir llorando por nuestros difuntos, ya que nuestro deber es recordarlos en los oficios litúrgicos y también al practicar la caridad en su nombre.
Es cierto que nuestra naturaleza nos hace caer en ese llanto fácil, pero la fe verdadera detiene cualquier torrente de lágrimas.
Nuestro hermano no ha muerto, sino que duerme. La verdadera muerte es la del alma. Hoy cerramos el sepulcro donde habrá de descansar su cuerpo, mientras el Cielo se abre para su alma».
(Arhimandritul Arsenie Papacioc, Scrisori către fiii mei duhovnicești, Mănăstirea Dervent, Constanța, 2000, p. 177)