La forma integral del amor cristiano
Tal como Cristo “está a la puerta y llama”, sin forzar nada, esperando que el alma, libremente, lo acoja, así debemos presentarnos ante cada uno de nuestros hermanos.
Seamos piadosos, devotos. Un verdadero piadoso es aquel que ama con toda su alma a Cristo y en nombre Suyo sirve a los demás. El amor a Dios y al prójimo son inseparables, forman una unidad indivisible. Pero debe tratarse de un amor lleno de fervor, anhelo y lágrimas, nacido de un corazón contrito, no movido por un interés o propósito egoísta. ¡Todo ello debe brotar del corazón!
El fanatismo no tiene nada que ver con Cristo. Sé un verdadero cristiano. Entonces no le pondrás barreras a nadie, sino que tu amor será capaz de soportar todo. Incluso podrás acercarte cordialmente al que profesa otra religión. En otras palabras, tienes que aprender a honrar a tu semejante sin que te importe su fe, con toda la nobleza de tu alma. Por ejemplo, puedes prestarle auxilio a un musulmán cuando lo necesite, hablarle, convivir con él. Lo importante aquí es el respeto a la libertad del otro. Tal como Cristo “está a la puerta y llama”, sin forzar nada, esperando que el alma, libremente, lo acoja, así debemos presentarnos ante cada uno de nuestros hermanos.
En la labor de evangelización debe haber fineza espiritual, de modo que las almas reciban todo lo que ofrecemos —palabras, libros— sin oponerse. Y algo más: ¡usemos menos palabras! Las palabras resuenan en los oídos y, muchas veces, aturden. La oración y la vida tienen eco. Nuestra forma de vida inspira, renueva y transforma, mientras que las palabras, a menudo, quedan sin fruto. La mejor forma de predicar, entonces, es nuestro buen ejemplo, expresado por medio del amor y la mansedumbre
(Traducido de. Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 312-313)