La fuerza del maligno se disipa con mansedumbre y oración
La alianza con Cristo, cuando se trabaja con sencillez, con sosiego y sin ser forzados, hace que el maligno huya. Éste no se va a la fuerza, coaccionado. Se disipa cuando ve que el alma lo desprecia, volviéndose, con amor, a Cristo.
El arma más importante en contra del maligno es la Venerable Cruz, que le asusta. La Señal de la Cruz debe hacerse correctamente, es decir, juntando los tres primeros dedos de la mano derecha y llevándolos a la frente, al vientre, al hombro derecho y, finalmente, al hombro izquierdo, dibujando una cruz sobre nosotros. Puede hacerse también una postración al persignarnos.
La alianza con Cristo, cuando se trabaja con sencillez, con sosiego y sin ser forzados, hace que el maligno huya. Éste no se va a la fuerza, coaccionado. Se disipa cuando ve que el alma lo desprecia, volviéndose, con amor, a Cristo. No soporta el desprecio, porque es orgulloso. Sin embargo, si lo recibes buscando reyerta, se encenderá más y te atacará. Pero no te desesperes, pidiendo que se vaya. Mientras más hagas esto, más fuerte te atacará. Lo mejor es despreciarlo, no enfrentarlo a solas. Si le respondes con odio, entonces se arrojará sobre ti, cual tigre salvaje. Si le disparas una bala, él te devolverá una granada. Si le arrojas una bomba, te atacará con un cohete. Luego, no te fijes en él. Dirígete, más bien, a los brazos de Dios, buscando refugio en Él, en el amor de Cristo y viviendo en permanente vigilia. Esta es absolutamente necesaria para todo aquel que ama a Dios.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 252-253)