La humildad es una virtud que alcanzamos al conocernos a nosotros mismos
Mientras más se conoce el hombre a sí mismo, más se abren los ojos de su alma y ve con mayor claridad su gran debilidad. Solo así puede reconocer su deplorable estado y su ingratitud, así como la inmensa nobleza y la misericordia de Dios.
Todavía no nos conocemos a nosotros mismos. Si nos conociéramos, nuestra alma se alegraría y pediría con humildad la piedad de Dios. El conocimiento de sí mismo engendra la humildad. Porque, mientras más se conoce el hombre a sí mismo, más se abren los ojos de su alma y ve con mayor claridad su gran debilidad. Solo así puede reconocer su deplorable estado y su ingratitud, así como la inmensa nobleza y la misericordia de Dios. Solo así obtiene la compunción del corazón, que lo lleva a hacerse más humilde y amar más a Dios.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, Vol. V Patimi și virtuți, Editura Evanghelismos, București, 2007, p. 174)