¡La humildad lo es todo!
El demonio sigue existiendo, porque es el espíritu del mal. Si decimos que no existe, es como si negáramos el Evangelio, que tanto nos habla de él.
El demonio hizo de este mundo un laberinto, para que no podamos entendernos entre nosotros. ¡Ni siquiera somos capaces de entender las cosas que enfrentamos! ¿Y qué sucede? ¡Que nosotros mismos terminamos cayendo en un terrible engaño! ¡Hemos hecho de este mundo y de este tiempo una verdadera clínica psiquiátrica! Y no nos damos cuenta de nuestro error. Pero nos preguntamos con asombro: “¿En qué nos hemos convertido, a dónde vamos, por qué nuestros hijos toman caminos equivocados, por qué se van de casa, por qué renuncian a seguir estudiando, a nuestra forma de vida? ¿Por qué sucede todo esto?”. Al demonio se le ocurrió hacerse invisible para lograr que los hombres lo llamaran de distintas formas. Los médicos y los psicólogos suelen decir, cuando ven a alguien sufriendo: “¡Te estás volviendo neurótico!”, “¡Tienes depresión!”, etc. No entienden que el demonio agita el egoísmo que pervive en las personas. Sí, con todo, el demonio sigue existiendo, porque es el espíritu del mal. Si decimos que no existe, es como si negáramos el Evangelio, que tanto nos habla de él. Estamos hablando del enemigo de nuestra vida, del adversario de Cristo. Por eso es que se le dice también el “anticristo”. Pero Cristo vino a este mundo a librarnos del maligno y darnos la salvación.
Por eso, tenemos que enseñarles a nuestros hijos a vivir con humildad y simplicidad, a que no busquen los elogios de los demás y sus felicitaciones. Tenemos que enseñarles que exite la humildad, que es la salud de la vida.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 349-350)