La libertad del “yo hago lo que quiero”
Yo hago lo que quiero, como creyente y humilde discípulo de Jesucristo, pero no lo que el maligno quisiera que yo haga, entrando en mí o merodeándome para persuadirme de actuar en el nombre de una supuesta libertad instintiva, misma que utiliza para intentar hacerme caer en tentación y convertirme en siervo suyo y de todos sus malos espíritus.
Recientemente me pude convencer que la libertad se conquista sólo con la muerte del pecado y me hallé capaz de descifrar la fórmula del “yo hago lo que quiero”: ésta no significa que obedezco incondicionalmente lo que me dictan mis vísceras y tropismas, mis arranques e instintos animales, haciéndome prisionero del egoísmo, de las verguenzas y de las heridas de mi propio ser. No. Es someter todo eso a mi voluntad, mi razón y mi propia consciencia, que son las partes buenas (purificadas) de mi “yo”, mi “super yo”. Yo hago lo que quiero, como creyente y humilde discípulo de Jesucristo, pero no lo que el maligno quisiera que yo haga, entrando en mí o merodeándome para persuadirme de actuar en el nombre de una supuesta libertad instintiva, misma que utiliza para intentar hacerme caer en tentación y convertirme en siervo suyo y de todos sus malos espíritus.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Dăruind vei dobândi, Cuvinte de credință, Editura Mănăstirii Rohia, 2006, pp. 13-14)