La Madre de Dios y los santos, cirios en el camino del cristiano
La Madre de Dios es el cirio que nos alumbra en la oscuridad. Encendiendo un fuego inmaterial en los corazones de todos, ella nos lleva al conocimiento de Dios, mismo que nos ilumina la mente.
La Madre de Dios es el cirio que nos alumbra en la oscuridad. Encendiendo un fuego inmaterial en los corazones de todos, ella nos lleva al conocimiento de Dios, mismo que nos ilumina la mente. Los santos se hicieron agradables a Dios: el Precursor, los apóstoles, los mártires, los santos jerarcas, los piadosos y todos los demás justos, son también cirios encendidos que alumbran el camino para quienes se han perdido en la oscuridad de la vida y las pasiones. Por eso, es justo que ante sus íconos mantengamos veladoras y lamparillas encendidas. Las veladoras nos recuerdan el descendimiento del Espíritu Santo como lenguas de fuego sobre los apóstoles (Hechos 2, 3-4), así como el hecho que los santos son “lámparas que arden e iluminan” (Juan 5, 35). Cuando encuentra un alma preparada para recibir Su Gracia, nuestro Bondadoso Dios la rebosa abundantemente. Recordemos el ejemplo de la Santísima Virgen María, a los santos apóstoles, a los mártires, a los santos jerarcas —especialmente a San Nicolás el Milagroso— y a los demás santos. Tampoco a nosotros nos falta la Gracia de Dios, según la medida de nuestra fe y nuestro denuedo.
(Traducido de: Ioan de Kronstadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, 2002, p. 63)