La Madre del Señor atiende a quienes le buscan con su oración
Oremos para que nos envíe, aún entre nuestras pasiones y pecados, su inesperada alegría, para que ablande nuestros corazones y los llene de humildad y amor al prójimo.
Cada uno de nosotros puede reconocer que es débil y que a cada paso encuentra tentaciones y obstáculos, que no siempre son fáciles de sortear. Ciertamente, somos débiles e impotentes y las tentaciones son muchas: comenzando con nuestro propio cuerpo, que lucha siempre contra el espíritu, pasando por el mundo, que, de acuerdo a la Palabra de Dios, está lleno de toda clase de maldades, hasta llegar al mismo maligno; éste, rugiendo como un león, busca la forma de llevar a la perdición a cada alma cristiana.
Sin embargo, queridos hijos, tenemos una esperanza y un protector en la persona de la Madre del Señor. Confiemos fuertemente en que ella siempre estará con nosotros, en dondequiera que estemos y sea lo que sea que hagamos. Ella nunca nos dejará, si acudimos con nuestras fervientes oraciones a su auxilio. Oremos para que nos envíe, aún entre nuestras pasiones y pecados, su inesperada alegría, para que ablande nuestros corazones y los llene de humildad y amor al prójimo.
(Traducido de: Arhimandrit Chiril Pavlov, Lauda Maicii Domnului, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 13)