¡La Madre del Señor nos espera a todos!
Por eso es que, antes de irnos a dormir, oramos así, uniendo ambas devociones: “Oh, muy venerada y vivicadora Cruz del Señor, ayúdame, con la Santísima Virgen y Madre del Señor, y con todos los santos. Por los siglos de los siglos. ¡Amén!”.
No me da vergüenza imaginarme a la Madre del Señor luchando, pidiendo, implorando, interviniendo, insistiendo… como tampoco me ruboriza imaginármela —tal vez puerilmente, pero no como herejía—- corriendo a la puerta del Paraíso, con un saquito de plata en una mano y una manta en el brazo, para recibir a los mártires de su Hijo y darles la bienvenida con dulzura, para después limpiarles el sudor de la frente con su santo lienzo.
Por eso es que, antes de irnos a dormir, oramos así, uniendo ambas devociones: “Oh, muy venerada y vivicadora Cruz del Señor, ayúdame, con la Santísima Virgen y Madre del Señor, y con todos los santos. Por los siglos de los siglos. ¡Amén!”.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Dăruind vei dobândi, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2006, pp. 294-295)