La Madre del Señor no llevó a nuestro Señor Jesucristo sólo en su vientre, sino también en su corazón, y nunca se alejó de Él. Una mamá lo es para siempre, no sólo por un tiempo. A una madre no podría quitársele nunca esa calidad. Y es que no es mamá sólo cuando lleva al bebé en su vientre, sino que lo es para siempre, eternamente.

Lo mismo sucede con la Madre del Señor, de nuestro Señor Jesucristo, quien aunque ya no lo lleve en su vientre, lo lleva en su corazón, sin alejarse nunca de Él.

(Traducido de: Arhimandrit Teofil Părăian, Maica Domnului, Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, p. 72)