Existe una receta para los que no tienen deudas en este mundo; sin embargo, los que sí las tienen también pueden ser felices, aceptando la pequeña aflicción por la que pasan y alegrándose con la esperanza de la felicidad futura, prometida a todos los que buscan la justicia y luchan por mantenerse puros.

Las personas pueden contentarse con tan poco, que no necesitarían gastar nada en ello. Si hay algunos que utilizan mucho dinero para costearse las ostentosas vacaciones de sus sueños y diferentes bienes materiales, hay otros que tan sólo necesitan un rincón de paz y un buen libro, o una habitación caliente y un pedazo de pan.

Desde luego que existen grandes diferencias en la forma de ser de las personas, aunque cuesta entender por qué el rico no puede contentarse con lo mismo que el pobre, es decir, por qué no puede encontrar la felicidad en la paz espiritual, agradecer por lo que tiene y, desde luego, ayudar a los que no tienen. Y es que esta situación podría volverse en contra suya, porque si eres indiferente frente a las necesidades del otro, entonces eres indiferente ante Cristo. Y semejante actitud conlleva la pérdida de la gracia esencial para vivir la verdadera felicidad.

(Singhel Ioan Buliga, Provocările creștinului ortodox în zilele de astăzi,  Editura Egumenița, Galați, 2012, pp. 326-327)