Palabras de espiritualidad

La muerte no es algo de temer

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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¿Por qué existe esa actitud extraña ante la muerte?

Padre, ¿hay algo en especial que le haya sorprendido al venir a Inglaterra?

—Lo que realmente me asombró fue la actitud de los británicos ante la muerte.

Para ellos, morir es algo como indecente: si sucede que has llegado a decaer tanto, que hasta te has muerto, tienen unos especialistas en pompas fúnebres que te arreglan y te componen todo, para que puedas ser enterrado. Luego de unas dos semanas, se hace un bonito servicio memorial, para transferir todos esos sentimientos a una suerte de dominio espiritual.

Recuerdo que fui a hablar sobre la muerte a la Universidad de Cambridge, y un sacerdote me confió que nunca había visto un muerto. ¿Por qué existe esa actitud extraña ante la muerte? ¡Usualmente, no te separas de alguien, echándolo fuera! Aunque la muerte no es sino el final de la vida, una victoria, desde luego que a cada familia le resulta desagradable tener que lidiar con ella, porque piensan que también a ellos les ocurrirá lo mismo.

Evidentemente, mientras más equivocada sea tu actitud ante la muerte, más tenebrosa y horrenda te parecerá esta. Recuerdo otro suceso. Una anciana murió, y su familia me llamó para que viniera a verlos, porque eran amigos míos. Al llegar, observé que no había ningún niño en el lugar. Les pregunté, entonces, cuál era el motivo de eso, porque en la Iglesia Ortodoxa los niños visitan al difunto, y el ataúd es dejado siempre abierto. La mamá de los niños me dijo: “¡Se podrían asustar, padre! Ellos saben lo que es la muerte”.

Así, me relató que pocos días antes los niños habían visto una liebre muerta, arrollada por un auto. Por eso, a los padres les preocupaba que los niños pudieran ver a su abuela fallecida. Yo les pregunté si no era posible dejar que los niños pasaran adelante, para evitar que durante toda su vida mantuvieran esa misma actitud ante la muerte. Finalmente, accedieron, y entré con los niños a la habitación en donde yacía la anciana. Nos quedamos callados por algunos minutos, hasta que uno de los pequeños dijo: “¡Qué hermosa es la abuela!”.

La muerte había dejado de ser algo espeluznante, algo que provocara miedo.

(Traducido de. Mitropolitul Antonie de Suroj, Scoala rugăciunii, Editura Sophia, 2011, p. 26)

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