La obediencia y la renuncia a la voluntad propia
También el alma conoce que ha recibido el Espíritu Santo, cuando se detienen las pasiones que emanan en su interior.
¿Cuál es la señal de que, gracias a un descenso teándrico, fue concebido el hombre nuevo? El Paterikón nos da la respuesta: “Así es como la mujer conoce que ha concebido: cuando su sangre se detiene. Así pues, también el alma conoce que ha recibido el Espíritu Santo, cuando se detienen las pasiones que emanan en su interior”.
Solamente renunciando a tu voluntad y derramando tu propia sangre al obedecer, como los mártires, puedes recibir el Espíritu. Todos sabemos, por experiencia, que es mucho más fácil levantar una piedra de moler por tu propia voluntad, que alzar del suelo una simple brizna de paja por mandato de alguien. Precisamente por eso es que la obediencia al padre espiritual es tan difícil pero también tan fructífera.
(Traducido de: Arhimandritul Paulin Lecca, Adevăr și Pace, Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, pp. 92-93)