La oración es un diálogo con Dios, un encuentro y una relación íntima con Él. Si muchas veces, tratando de orar, no logramos establecer una conversación con Dios, pareciéndonos que está ausente, debemos esforzarnos en encontrar las causas de tal situación. No es correcto quejarnos diciendo que Él no nos escucha, si tomamos en cuenta el carácter recíproco de una relación y si observamos, además, el hecho que Él tiene muchas más razones que nosotros para quejarse. ¡Pero nosotros nos quejamos porque Dios no se nos manifiesta en esos contados minutos que le reservamos cada día! ¿Qué podemos decir entonces de esas otras veintitrés horas y media, tiempo en el que Él llama a nuestra puerta, encontrándola siempre cerrada? Dios tiene la suficiente delicadeza de no comenzar un diálogo con nosotros en un momento inoportuno. Los hombres sensibles estaban ya convencidos de ésto.

(Traducido de: Andrei Andreicuţ, Morala Împărăţiei, Editura Renaşterea, Cluj Napoca, 2011)