La oración es un diálogo entre Dios y el hombre
Se trata, luego, de una conversación directa que, finalmente, lleva a la comunión. Si la oración no tiene un propósito y no se funde en esa comunión, no es una oración verdadera, es más bien una formalidad.
La oración es, por excelencia, un diálogo entre Dios y el hombre.
Suponemos que cada persona tiene un rostro. El rostro es ese aspecto de la persona que se muestra o se vuelve a los demás. Desde ese punto de vista, también Dios tiene uno, recordando las palabras de David: “No me vuelvas Tu rostro”.
De esta manera, cada vez que el hombre dirige su rostro a Dios para entrar en comunión con Él, Dios también vuelve Su faz hacia el hombre, de modo que, espiritualmente hablando, aquellas dos entidades, aquellas dos personas —Dios y el hombre— se encuentran, frente a frente.
Se trata, luego, de una conversación directa que, finalmente, lleva a la comunión. Si la oración no tiene un propósito y no se funde en esa comunión, no es una oración verdadera, es más bien una formalidad.
(Traducido de: Mitropolitul Bartolomeu Anania, Rugăciunea, izvor de putere în încercările vieții, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 5)