Palabras de espiritualidad

La paciencia de Job y la obediencia de un monje de nuestros tiempos

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

"Por favor, padre stárets, no sepulten al padre Nazario sin mí… No quiero que gasten dos veces. Mañana, a las 6 de la tarde, también yo partiré de esta vida."

De noche, el padre Galaction Ilie solía poner a los hermanos a leer algo del Paterikón y de la Santa Escritura, porque anhelaba mucho escuchar la Palabra de Dios.

En cierta ocasión, le dijo a su discípulo:

—Hermano, te suplico que tomes la Biblia y me leas en voz alta algo sobre la paciencia de Job.

Mientras el monje leía, el padre Galaction lloraba. Cuando aquel terminó de leer, el padre dijo: 

—¡Qué gran hombre! No hubo nada que lo hiciera lamentarse ante Dios, aún habiendo perdido su ganado y sus hijos. Pero yo, que soy pecador y débil en la fe, cuando se pierde o se enferma alguna oveja no puedo ni comer. 

—¿Por qué, padre? 

—¿Cómo podría sentarme a comer, viendo que Dios castiga al rebaño por causa de mis pecados?

En el otoño de 1946, después de casi 30 años de obediencia, el padre Galaction se rompió una pierna. Mientras yacía en su lecho y esperaba el final, oyó que había muerto un monje llamado Nazario. Lleno de congoja y sin poder contener el llanto, dijo: 

—Por favor, padre stárets, no sepulten al padre Nazario sin mí… No quiero que gasten dos veces. Mañana, a las 6 de la tarde, también yo partiré de esta vida.

Al día siguiente, a la hora prevista, el buen soldado de Cristo entregó su alma a las manos de Dios. Fue el mismo día en que cumplía 64 años.

¡Así fue como partió a la eternidad este hijo de la obediencia!

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 584)