Palabras de espiritualidad

La pobreza no es para entristecerse, así como la riqueza no es para envidarla

  • Foto: Andrei Agache

    Foto: Andrei Agache

Quien posee mucho, termina haciéndose esclavo de lo que tiene. Por su parte, el pobre, ligero de todo y libre de aquellas cargas, es como un león de fervor, porque tiene un alma noble.

Los ricos —y temerosos— no podrían ser de provecho para la Iglesia, mientras haya pobres de gran corazón. Y que nadie piense que estoy hablando despropósitos, porque es la pura verdad. Y esto se evidencia en la experiencia de cada día. Porque el rico tiene muchos motivos para sentirse perjudicado: se preocupa por sus casas, por sus sirvientes, por sus tierras, por el dinero que tiene acumulado... ¡No sea que venga alguien y le quite algo! Quien posee mucho, termina haciéndose esclavo de lo que tiene. Por su parte, el pobre, ligero de todo y libre de aquellas cargas, es como un león de fervor, porque tiene un alma noble. Y es quien más trabaja en provecho de la Iglesia, aunque deba enfrentar miles de contratiempos por Cristo. Y, debido a que nada de esta vida le interesa, todo lo hace con el corazón encendido y lleno de vigor.

Díganme, ¿de qué podría preocuparse el pobre? ¿A qué le teme? ¿A que su capital se vea menoscabado? No es posible afirmar algo así. ¿A no ser echado de su propia tierra? Pero si cualquier lugar bajo el firmamento es su patria. ¿A que alguien le arruine su vida de holganza? Al contrario, se alegraría, porque se dice a sí mismo: “Mi verdadera vida me espera en el Cielo y sólo espero llegar ahí”. Aunque deba dar su alma y su sangre, no retrocede. Luego, es fácil concluir que el pobre es más fuerte y más rico que todos los soberanos, reyes y principados.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Cateheze maritale. Omilii la căsătorie, traducere din limba greacă veche de Părintele Marcel Hancheş, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2004, pp. 80-81)

 

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