Palabras de espiritualidad

La presencia de Dios en el sufrimiento

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Entonces entendí por qué Dios nos dio el sufrimiento, por qué no nos alivió cuando se lo pedíamos...”

Cada día clamábamos a Dios: “¡Señor, alivia este sufrimiento!”. Pero, en vez de una respuesta, en vez de sentir consuelo, nuestro sufrimiento aumentaba. Y esto duró años enteros. Veíamos que todos morían a nuestro alrededor, y pensábamos que mañana moriríamos también nosotros...

El problema del sufrimiento y su propósito, podríamos decir que lo resuelve la Iglesia. Decimos: “¡Sí señor, el sufrimiento viene de Dios!”, y lo aceptamos. El problema es que es mucho más sencillo decirlo que enfrentar el sufrimiento. Entonces, salí afuera, conocí parte de Occidente, visité distintas iglesias, hablé en muchos sitios sobre lo que sucedía en las prisiones de nuestro país, y finalmente me pregunté:

¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Por qué? ¿Qué pecados cometió nuestro pueblo rumano, o el ruso, para soportar un dolor tan atroz? En tanto que nosotros, en Occidente, en los Estados Unidos, vivimos con holgura, en un gran bienestar, pero somos pecadores, cometemos perversiones y vivimos como si nada. ¿Cómo se explica esto? ¿Por qué? ¿Qué pecados ha cometido nuestro pueblo?”. Eso era lo que me inquietaba profundamente.

En un convento protestante suizo encontré un librito con citas de diferentes autores. Ahí encontré unas palabras de Paul Claudel, que para mí fueron como una revelación. Esto es lo que decían:

Dios no vino al mundo a terminar con el sufrimiento humano. Él no vino al mundo ni siquiera a explicar qué es el sufrimiento. Dios vino al mundo para llenar el sufrimiento humano de Su presencia”.

Y entonces entendí por qué Dios nos dio el sufrimiento, por qué no nos alivió cuando se lo pedíamos. Porque, mientras más sufríamos, más crecía Su presencia en nuestro corazón.

(Traducido de: Părintele Gheorghe Calciu Dumitreasa, Suferinţa ca binecuvântare, Editura Cathisma, Bucureşti, 2008, pp. 80-81)