La respuesta de Dios a nuestra oración sincera
Cuando la oración se hace desde el corazón y con dolor por los problemas del mundo, quienes en ese momento están implorando el auxilio divino, lo reciben inmediatamente.
Cuando la oración se hace desde el corazón y con dolor por los problemas del mundo, quienes en ese momento están implorando el auxilio divino, lo reciben inmediatamente.
Puedo dar un sinnúmero de ejemplos concretos de lo que acabo de decir. Hace ya varios años, un hombre totalmente desesperanzado, en su confusión terminó atravesando la frontera, adentrándose en territorio extranjero. Ahí lo tomaron por espía, lo apresaron, lo torturaron y lo encerraron. Viéndose preso, empezó a orar con fervor. Un monje, a quien conozco desde hace mucho tiempo, supo del infortunio de aquel hombre, y le pidió a Dios: “¡Señor, devuélvele la libertad! ¡Para Ti es fácil hacerlo!”. Mientras tanto, la investigación sumaria en contra del detenido siguió su curso. Como no hallaron indicios de lo que se le acusaba, pronto lo pusieron en libertad y lo devolvieron a su país natal. Las primeras personas que lo vieron deambular por las proximidades de la frontera, pero ya en territorio griego, le preguntaron qué le había pasado. El hombre respondió: “Me golpearon, me encerraron, me interrogaron… Después de eso ya no me acuerdo de nada. ¡Ni siquiera sé cómo estoy de vuelta aquí!”. Esta es la fuerza de la oración. La oración hace que Dios se apiade de nosotros.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Trezire duhovnicească, vol. II, Editura Evanghelismos, București, 2003, p. 337)