La Resurrección de Cristo constituye el fundamento de la esperanza del hombre
La Resurrección de Cristo no es simplemente la supervivencia de una sola persona después de morir, sino la posibilidad de que “este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad” (I Corintios 15, 53).
La Resurrección de Cristo constituye el fundamento de la esperanza del hombre, ya que lo convierte en una creación nueva y le da un nuevo aliento a la humanidad. Con la Resurrección, el hombre se hace partícipe y se sitúa en el centro de la vida divina.
La Iglesia deviene en “testigo de la Resurrección de Cristo” (Hechos 1, 22), y ofrece su experiencia pascual como una solución para superar la muerte, ya que la Resurrección de Cristo no es simplemente la supervivencia de una sola persona después de morir, sino la posibilidad de que “este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad” (I Corintios 15, 53).
La Resurrección nos otorga la posibilidad de nuestra incorruptibilidad y resrurrección, después de librar al hombre de aquello a lo que lo tenían sometido la corrupción y la muerte, para entrar en la vida de la libertad en Dios.
Es indiscutible que la profunda crisis que sacude al hombre de todas las épocas se debe, principalmente, a la desesperanza que trae al alma la certidumbre de la muerte. Y esto, porque la muerte constituye la más dolorosa experiencia, la realidad más segura y la más estremecedora frontera de la existencia.
Cristo, no obstante, porque es la Vida eterna, con Su muerte y Resurrección venció a la corruptibilidad y a la extinción de la vida, dando vida a la muerte misma, y asegurándoles a los hombres la inmortalidad.
(Traducido de: Arhimandritul Timotei Kilifis, Hristos, Mântuitorul nostru, Editura Egumenița, 2007, p. 210)