Palabras de espiritualidad

La señal de un corazón abierto a Dios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El acto de incensar, esparciendo el agradable aroma del material que arde, representa nuestra confesión de fe y sumisión ante Dios.

El incienso acompaña cualquier acto de culto y cualquier oficio litúrgico u oración realizada en la iglesia, en la casa de cada fiel o en cualquier otro lugar. El acto de incensar, esparciendo el agradable aroma del material que arde, representa nuestra confesión de fe y sumisión ante Dios, por medio del humo aromatizado que se eleva al Cielo como señal de nuestro sacrificio, de nuestra mente y nuestro corazón abiertos a Dios con gratitud y confianza.

Al mismo tiempo, el aroma del incienso es signo de la presencia de Dios, del Espíritu de Dios, que se hace sentir por medio de la paz y la alegría que nos ofrece. Este doble significado del incienso, como símbolo del sacrificio del hombre que se eleva hacia Dios y como señal de la presencia de la Gracia de Dios que desciende de los Cielos, es bellamente ilustrado por la oración que el sacerdote hace sobre el incienso antes de utilizarlo: “Te presentamos este incienso, oh Cristo, Dios nuestro, como aroma de una buena fragancia espiritual y, al recibirla en Tu Altar que está más allá de los Cielos, envíanos la Gracia de Tu Santísimo Espíritu”.

(Traducido de: Părintele Coman Constantin, Casa creștinului, Editura Bizantină, București, 1997)

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