La señal del amor sincero
La simplicidad del niño tiene la fuerza de poder hablar directamente con Dios, y que Él cumpla con sus peticiones, porque son deseos que concuerdan con la voluntad divina.
La excelsa pureza hace que tus pensamientos y también tus actos se revistan de una espléndida sencillez. La simplicidad del niño tiene la fuerza de poder hablar directamente con Dios, y que Él cumpla con sus peticiones, porque son deseos que concuerdan con la voluntad divina. Puedo poner como ejemplo esta simple oración, de gran ayuda en contra de la ira, que el anciano me enseñó: “Señor, aparta de mí esta ira, porque no la necesito”.
O esta otra, extraída del Paterikón: “Señor, aunque no quieras, sálvame. Tú me creaste, sálvame Tú”. También otras de sus plegarias eran muy sencillas, buscando la cercanía de Dios. Muchas veces, escuchando los relatos del anciano y conociendo su vida, me pregunté por qué no podría responder él también como San Antonio, cuando el abbá Ammun le dijo: “¿Cómo es posible que, habiéndome esforzado tanto (ascéticamente), entre los hombres tu nombre sea más grande que el mío?”. Y respondió San Antonio: “Porque yo amo a Dios más que tú”.
(Traducido de: Ierodiaconul Savatie Baștovoi, Parintele Selafiil – Dragostea care niciodată nu cade, Editura Marineasa, Timișoara, 2001, p. 12)