La victoria del que practica la paciencia
Si es digno de admiración el cuerpo que puede soportar tormentos y sufrimientos, mucho más encomiable es el alma que, llena de paciencia y valentía, es capaz de enfrentar cualquier tribulación sin desviarse de su propósito final.
Tal como el atleta que participa en un maratón se ve obligado a soportar el frío y el calor más intenso, el polvo y el sudor, para finalmente obtener la victoria, también el hombre justo, que compite en el maratón del alma, debe soportar muchos sufrimientos, para recibir en la vida futura la corona del triunfo. Y si es digno de admiración el cuerpo que puede soportar tormentos y sufrimientos, mucho más encomiable es el alma que, llena de paciencia y valentía, es capaz de enfrentar cualquier tribulación sin desviarse de su propósito final. Por eso, no es recompensado solamente aquel que hace el bien, sino también aquel que soporta con paciencia el mal. Esto nos lo demostró Job, cuyas virtudes son más conocidas que sus desgracias.
Todos lo elogiaban cuando era feliz, por el bien que hacía. ¿Cuáles eran sus virtudes? Nos las presenta él mismo: “Yo salvaba al pobre que pedía auxilio y al huérfano privado de ayuda. El desesperado me hacía llegar su bendición, y yo alegraba el corazón de la viuda. Me había revestido de justicia, y ella me cubría, mi rectitud era como un manto y un turbante. Yo era ojos para el ciego y pies para el lisiado” (Job 29, 12-15).
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, Editura Egumenița, pp. 265-267)