Cada uno de nosotros desea que Dios escuche sus oraciones y peticiones. Todos esperamos que Él nos conceda lo que le pedimos. Entonces, para que Él escuche nuestras peticiones y nos responda favorablemente, es necesario que también nosotros obedezcamos Sus mandamientos y cumplamos con Su voluntad. En pocas palabras, para que Dios atienda nuestras plegarias, es necesario lo siguiente:

1) Ser dignos de Su don, por medio de la obediencia y el cumplimiento de Su palabra. Tenemos que merecer lo que pedimos, y no ser indignos de ello.

2) Orar de acuerdo con las leyes y la voluntad de Dios.

3) Orar sin cesar, en todo momento y lugar.

4) No pedir algo terrenal, corruptible, dañino para el alma.

5) Lo que pedimos debe ser también de beneficio para los demás, no solo para nosotros. Debe ser algo bueno para todos los cristianos, para la salvación y felicidad de las almas, y para gloria de Dios.

6) No debemos pedir la infelicidad de nuestros enemigos, ni su muerte, sino su salvación.

(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 57)