Las cualidades de aquel que ama a sus semejantes
Para el hombre que conoce su propio interior, todo lo que le rodea es bueno. Cuando el hombre tiene a Dios en su alma, es incapaz de ofender a nadie.
Cuando no mantenemos nuestra mente dirigida a Dios, sino al “¿por qué?”, siempre terminamos culpando a unos u otros. Pero, de hecho, nosotros mismos somos los verdaderos culpables. No tenemos un buen estado espiritual. Esta es la razón. Aquel que busca la oración como si fuera oro y no desaprovecha ni siquiera un minuto, acepta todo con paciencia. Y es amparado por Dios y por la Santísima Virgen María. Por eso, siempre está atento a no difamar, a no ser desobendiente, a no hacer cosas idebidas. Para el hombre que conoce su propio interior, todo lo que le rodea es bueno. Cuando el hombre tiene a Dios en su alma, es incapaz de ofender a nadie. Y cuando ve que alguien sufre, sufre él también, llorando con dolor e implorándole a Dios Su misericordia.
Con nuestras oraciones podemos sanar las heridas y las tribulaciones de nuestro hermano. Cuando el hombre entiende que no es nada, no se enfurece, no se lamenta ni injuria, ni participa en discusiones, sino que ora por todos.
(Traducido de: Stareța Macrina Vassopoulos, Cuvinte din inimă, Editura Evanghelismos, pp. 88-89)