Las preocupaciones inútiles de los padres
El mal comienza a hacerse difícil de enfrentar y vencer, cuando nadie habla más de la pureza, de la obediencia, de la castidad, de la sabiduría y del desprecio al dinero y la vanidad, cuando nadie habla más de los consejos y mandamientos de la Escritura.
Una vez nacido el niño, la primera preocupación de padre no es cómo dirigirá esa nueva vida al camino correcto, sino qué joyas y qué ropajes costosos le comprará.
¿Por qué, hombre? Si tú te vistes así, bueno, pero ¿para qué quieres enseñarle al pequeño toda esa insensatez que todavía desconoce?
¿Para qué le pones joyas al cuello? Lo que él necesita es un buen mentor de vida, no alhajas de oro.
Además, dejas que le crezca el pelo, como si fuera una mujercita, debilitando su naturaleza masculina. Desde el primer día le enseñas a amar el dinero y a que le gusten sólo cosas inútiles. ¿Por qué haces todo esto, sabiendo que no le ayudará en nada? Igualmente, ¿por qué le enseñas a dejarse seducir y a buscar con insistencia lo carnal? Dice la Escritura, “ El sentido común nos enseña que es vergonzoso para el hombre dejarse el pelo largo” (I Corintios 11,14). Y es que, naturalmente, no es algo correcto. No es lo que Dios desea, sino que, al contrario, Él pide que los hombres se corten el pelo. El pelo largo es un rasgo más de las creencias y supersticiones de los antiguos griegos.
Muchos se ponen pendientes de oro en las orejas, cuando ni siquiera las mujeres deberían portar algo así. Están llevando a la perdición a sus hijos. […]
Les he dicho ya otras veces que el mal comienza a hacerse difícil de enfrentar y vencer, cuando nadie habla más de la pureza, de la obediencia, de la castidad, de la sabiduría y del desprecio al dinero y la vanidad, cuando nadie habla más de los consejos y mandamientos de la Escritura.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Părinţii şi educarea copiilor, Editura Agapis, 2010, pp. 58-59)