Las ventajas de una familia con muchos hijos
Debemos pensar no sólo en lo inmediato, sino también en las consecuencias ultieriores de procrear un solo hijo. Tendemos a facilitar la vida de nuestro hijo (y la nuestra) en su infancia, pero no sabemos que le estamos complicando su edad adulta.
Las familias actuales, con únicamente un hijo, difícilmente entienden al que proviene de una familia numerosa. La mayoría de jóvenes de nuestros días se quejan de soledad. Pero esto no sucede en esas familias en las que, siendo muchos sus miembros, todos están acostumbrados a ayudarse mutuamente. En un hogar así los hijos se hallan a buen resguardo —emocionalmente— encontrando consuelo y ayuda pronta en sus hermanos.
Con el correr de los años, el apoyo de la familia sigue siendo necesario. Elegir una carrera universitaria, encontrar un trabajo, resolver distintos problemas domésticos... para todo esto, la ayuda de la familia es igual de importante. Mientras más apoyo existe por parte de la familia, más tranquila es la vida de sus miembros (...)
Imagínense en qué situación se va a hallar el “principito” cuando sus padres envejezcan. Sobre sus hombros recaerá el peso de cuidar de los miembros más ancianos de la familia. Muchas veces sucede que, a los treinta años de edad, el hombre debe atender el llamado de sus abuelos, cuando estos necesitan algo urgente. Al mismo tiempo, su mamá, enferma y en el hospital, reclama su presencia constante. Y si a esto le sumamos las necesidades de su propia esposa e hijos, el peso que el “príncipe” debe soportar es doble. Ahora imaginemos que se trata de un hijo que ha sido educado para ser egoísta. ¿Cómo respondería a todas esas demandas por parte de su familia? “No es mi problema. ¡Arréglense como puedan!”.
Creo que difícilmente exista un padre de familia que desee semejante consuelo en la vejez. Aunque la vida del hijo egoísta tampoco será fácil. Por más que intente convencerse de que tiene la razón, no podrá acallar la voz de su conciencia y esto le traerá constantes conflictos internos y rompimiento espiritual (...)
En consecuencia, debemos pensar no sólo en lo inmediato, sino también en las consecuencias ultieriores de procrear un solo hijo. Tendemos a facilitar su vida (y la nuestra) en la infancia, pero no sabemos que le estamos complicando su edad adulta.
Mi hijo más pequeño me expresó una vez, con candor, su idea de clan familiar: “Si yo tengo diez hijos y cada uno de ellos, a su vez, otros diez... ¡Entonces tendré cien descendientes míos! ¡Imagínate, mamá! Cien personas... ¡Un ejército entero, para mí!”
(Traducido de: Tatiana L. Şişova, Probleme şi dificultăţi în educarea copiilor: îndrumar pentru părinţi, traducere din limba rusă de preot Nicolae Creţu, Editura Sophia, Bucureşti, 2012, pp. 248-250)