Cada uno de nosotros sabe, por experiencia, cómo hay veces que la amargura nos llena completamente el alma. Nuestro corazón sufre entonces de tristeza y dolor, haciendo que broten incontables lágrimas de nuestros ojos. ¡Qué difícil resulta a veces tener paciencia en la aflicción! Así, sucede que muchas veces perdemos la esperanza y dejamos que esa congoja nos domine completamente. No obstante, queridos míos, ¡lo más importante es mantener la esperanza, armarse de valor!

Cuando los rodeen las nubes de los problemas y parezca que no haya solución, recuerden que tienen una Madre en los Cielos, quien los ve, los escucha y conoce todos los movimientos de su alma. ¡Llámenla con fe y ella vendrá inmediatamente, librándolos de males y penas!

(Traducido de: Arhimandrit Chiril Pavlov, Lauda Maicii Domnului, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 29)