Llegamos a la libertad por medio de la humildad
En el Evangelio, la humildad y la libertad no solo no se contradicen, sino que siempre están una junto a la otra. No obstante, la libertad es mucho más que la humildad.
Hago énfasis en la humildad y la libertad, porque en ellas radica toda nuestra vida. Todos hemos sido llamados a la libertad. Para el hombre contemporáneo, desafiado e incitado a la libertad por todo lo que escucha y ve, desde los eslóganes radiofónicos hasta las emisiones de televisión, la humildad es una cosa desagradable, algo que le impide ser libre, o al menos le recuerda que no hace lo que debería.
También nosotros, los cristianos, estamos llamados a la libertad. Todo lo que vemos en la calle y todo lo que escuchamos es una parodia del verdadero llamado y de la verdadera libertad.
Nuestro llamado es a la libertad y la humildad. El Santo Apóstol Juan dice: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8, 32). Cristo dice: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11, 29). A partir de esto, vemos claramente que, en el Evangelio, la humildad y la libertad no solo no se contradicen, sino que siempre están una junto a la otra. No obstante, la libertad es mucho más que la humildad.
Hemos sido llamados a la libertad por medio de la humildad. Pero no conoceremos la verdadera libertad sino hasta después de conocer la verdadera humildad, después de que la humildad nos libere. Esta libertad no será la misma a la que somos incitados en la calle, sino que será la libertad que nos dará la Verdad, es decir, a Cristo Mismo, la libertad que obtendremos completa y perfectamente en el día eterno de Su Reino.
(Traducido de: Ieromonahul Savatie Baștovoi, Singuri în fața libertății, Editura Cathisma, București, 2009, pp. 94-95)