Los huérfanos no se quedan sin nadie
En la persona de la madre, cada uno tiene un tesoro carísimo, frente al cual no hay nada más importante en el mundo. Y quienes pierden a su madre antes de tiempo sufren mucho, por el vacío inmenso que queda sin llenar. ¡Mas la Iglesia dice que en Dios no hubo, no hay y no habrá huérfanos jamás! Todos los que vivimos en la tierra tenemos una Mamá amada, santa, amorosa y presta a consolarnos, quien nos cuida con ternura desde que nacemos hasta que morimos, y ella es nuestra Reina Celestial.
Amados hermanos y hermanas, ¡feliz de quien tenga una madre buena y amorosa! Siempre recibirá de ella, amor sincero, consuelo y palabras de aliento que nacen de su corazón. Siempre tendrá a su lado una guía, una guardiana de la vida en pureza. ¡Y qué fervorosas oraciones elevan los labios de una madre, por su hijo, al Trono del Altísimo! Y aunque muriera, su principal cuidado serán siempre sus hijos. En la persona de la madre, cada uno tiene un tesoro carísimo, frente al cual no hay nada más importante en el mundo. Y quienes pierden a su madre antes de tiempo sufren mucho, por el vacío inmenso que queda sin llenar.
Compadecemos a quienes han perdido a su mamá, llamándolos huérfanos. ¡Mas la Iglesia dice que en Dios no hubo, no hay y no habrá huérfanos jamás! Todos los que vivimos en la tierra tenemos una Mamá amada, santa, amorosa y presta a consolarnos, quien nos cuida con ternura desde que nacemos hasta que morimos, y ella es nuestra Reina Celestial.
(Arhimandrit Chiril Pavlov, Lauda Maicii Domnului, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 5)