Lucha, hermano querido, la batalla buena, como un soldado de Cristo
El mundo vive en el desenfreno, en los vicios, en la indiferencia, pero tú, aquí, lejos de todo ese ruido, piensa sólo en Dios.
Estoy tranquilo en mi pequeña celda y me esfuerzo en buscar el mejor camino para llegar a la salvación. Por la gracia de Dios, hoy pude comulgar, oficiando —a pesar de no ser digno de ello— la Santa Liturgia. Por eso me decidí, con la gracia y con la ayuda del Señor, a comenzar nuevamente y para bien. Le pedí al Señor a que me ayude con este buen comienzo. ¡Qué fácil es escribirlo en papel, planificar, incentivarse, ordenar, buscar cómo corregir mi vida después de haber caído en tantos hábitos equivocados! Necesitaré librar una lucha titánica y tener una perseverancia de mártir, combatir de día y noche, una paciencia hasta llegar a la sangre, muchas lágrimas, incesantes suspiros, pero ante todo, necesitaré el don Dios para que me ayude, porque cuanndo así lo quiere Dios, se logra vencer la fuerza de nuestro ser.
Por eso, hermano Joanicio, prepárate para luchar, pídele ayuda al Señor, toma el arma de la Cruz en tus manos, la espada de la oración en tu corazón y en tu lengua, las vestiduras del amor para cubrirte con ellas, el casco de la paciencia, flechas de lágrimas, el escudo de la humildad, la obediencia como campo de batalla, la iglesia como lugar de descanso sacramental y todo lo demás así como te lo mande Cristo. Pelea esta lucha buena, ten paciencia en las tentaciones que puedan salirte al encuentro, mantén siempre la calma. Hazlo todo con equilibrio y en su justa medida. Piensa siempre bien ante todo, sea que obres, hables o pienses. Mide cada palabra antes de decirla, para que tu lengua no te haga caer. Pelea, hermano querido, la lucha buena, como un soldado de Cristo. El mundo vive en desenfreno, en los vicios, en la indiferencia. Pero tú, aqui, lejos de todo ese ruido, piensa sólo en Dios.
(Traducido de: Mi-e dor de Cer, Viața părintelui Ioanichie Bălan, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 111)