Mantén la pureza de tu mente, para que el ayuno te sea realmente de provecho
“En vano haces miles de postraciones y ayunas no sé cuántos días, junto a otros tantos sacrificios, si no proteges tu mente. Porque dice San Hesiquio: «Lo único que necesitamos, para salvarnos, es tener una mente siempre alerta». Y cuidar la mente consiste en tres aspectos: vigilar lo que pensamos, oponernos a los pensamientos pecaminosos y llamar «Señor Jesucristo», con la oración de la mente. Porque tiene tanta relación cuidar la mente a través de la “Oración del corazón”, como la tiene el cuerpo con el alma.”
El Padre Cleopa Ilie decía que el primer pecado que viene de la parte racional del alma es el olvido. Es decir, olvidamos los beneficios de Dios, su presencia, temerle... Y luego el olvido se convierte en frialdad. Al contrario, el discernimiento nace del temor de Dios y el temor de Dios, de la fe.
Después, el anciano decía: “En vano haces miles de postraciones y ayunas no sé cuántos días, junto a otros tantos sacrificios, si no proteges tu mente. Porque dice San Hesiquio: «Lo único que necesitamos, para salvarnos, es tener una mente siempre alerta». Y cuidar la mente consiste en tres aspectos: vigilar lo que pensamos, oponernos a los pensamientos pecaminosos y llamar «Señor Jesucristo», con la oración de la mente. Porque tiene tanta relación cuidar la mente a través de la “Oración del corazón”, como la tiene el cuerpo con el alma. Y cuidar la mente significa aplastar la cabeza de la serpiente”.
También decía el Padre Cleopa: “Hermanos mios, para con Dios debemos tener un corazón de hijo, mente de juez respecto a nosotros mismos, y corazón de madre para con los demás”.
El Padre solía aconsejar de esta manera, al confesar: “Obedece con amor y repitiendo el «Señor Jesucristo» en tu mente y en tu corazón. Así serás tanto María como Marta. Esta última, es decir, el cuerpo, trabaja, mientras María permanece a los pies del Señor. Porque el que obedece con amor y repitiendo «Señor Jesucristo», una Liturgia oficia, mientras que el que obedece sin orar, no hace sino trabajar como si fuera un siervo”.
Una vez el Padre Cleopa le dijo a un hermano: “¡Si supieras cuánto oro cada noche, con lágrimas, para que al menos haya amor entre ustedes!”.
Decía algunas veces también: “San Isaac el Sirio dice que las lágrimas al orar son una señal de la misericordia de Dios. Cuando veas que Dios te examina por medio de tu llanto al orar, es que Su misericordia ha tocado tus ojos y quiere —con esas lágrimas de contrición y amor— purificarte, iluminarte, lavar tus pecados y mostrarte cuál es la verdadera oración”.
Otras veces decía: “No todas las lágrimas son benéficas. Bueno es el llanto que aparece por amor o temor a Dios, o al temerle a la muerte y a los trabajos del infierno; pero también hay lágrimas naturales y lágrimas malas. Las lágrimas intermedias, es decir, naturales, no son ni buenas ni malas. Estas aparecen con la enfermedad, el sufrimiento y la tristeza. Pero las lágrimas malas y que traen condena, son esas que provienen de la vanagloria, de la ira, de la malacrianza o de algún perjuicio. Mas nosotros, cual jardineros expertos que saben cómo cuidar y regar su huerto, debemos convertir todas las lágrimas en un llanto benéfico”.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 756-757)