Ni ayer ni mañana… ¡hoy!
En el mundo actual, casi todo lo que nos rodea nos exhorta a “vivir el momento”. Una suerte de carpe diem moderno. Sin embargo, para un cristiano que es consciente de su vocación, esta expresión constituye una exhortación mucho más profunda, si es asumida en su sentido real.
Hace algunos días, con motivo de un viaje en carretera que tuve que hacer al interior del país, pude ver y analizar los anuncios panorámicos que hay en muchas calles y carreteras. Son mensajes que, ciertamente, a primera vista parecen inducirnos a consumir. Y puede que ese sea justamente su propósito. Y me puse a pensar que, un cristiano, si tiene puros sus sentidos (o si se esfuerza en purificarlos), verá puro todo lo que le rodea. O al menos intentará ver la parte positiva de las cosas y obtener alguna utilidad de todo lo que le rodea.
Uno de los mensajes más repetidos en las carteleras, usualmente presentado con gran ostentación, nos exhorta a “vivir el momento”. Una suerte de carpe diem moderno. Sin embargo, para un cristiano que es consciente de su vocación, esta expresión constituye una exhortación mucho más profunda, si es asumida en su sentido real. Así, en la Santa Escritura encontramos muchos pasajes con expresiones que nos demuestran que el nombre de la eternidad de Dios es hoy y ahora, el momento que vivimos actualmente. Y todos estamos llamados a llenar de eternidad cada instante de nuestra vida.
“Danos hoy nuestro pan de cada día”, “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, ”Dijo el Señor, mi Señor: Tú eres Mi hijo, Yo hoy te he engendrado”, “Hoy ha venido la salvación a esta casa”, son solamente algunos de muchos ejemplos que hay en la Biblia. La misma Liturgia empieza con estas palabras: “Bentido sea el Reino…”. Es, no será.
A pesar de todo, consciente o inconscientemente, tendemos a huir del presente. Haríamos lo que fuera para no tener que vivir el momento presente. La sabiduría popular demuestra, una vez más, su estrecho vínculo con el espíritu de la Iglesia: “Lo que puedas hacer hoy (o ahora), no lo dejes para mañana (o más tarde)”. Este es el origen de muchas de nuestras frustraciones y muchos de los sinsentidos de nuestra vida. Porque preferimos quedarnos anclados en el pasado (“¡Ah, qué bueno era todo en aquel lugar!”, “¡Qué bien estaba con aquella persona!”, etc), o pensar en el futuro (“Lo mejor será mudarme a tal lugar, donde empezaré de nuevo”, “Ya voy a salir de esta situación, y empezaré desde cero”). Probablemente, ni yo mismo no habría sentido la inspiración necesaria para escribir estas líneas, si no hubiera visto estas palabras impresas en la mochila de una persona que se acercó a comulgar: “Just do it!”. ¡Ahora!