Palabras de espiritualidad

¡No induzcas a nadie a pecar!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“Debes sentir pesar por lo que hiciste; haz las postraciones que puedas y espera que Dios, Quien es muy compasivo, se apiade de ti. Él es clemente, sí, pero con quienes se arrepienten…”

«¡Qué gran pecado cometiste al haber inducido a N.N. a que bebiera leche un miércoles! ¡No creo que estuvieran a punto de morir de hambre! Porque otra cosa es que realmente corrieran el riesgo de morir por inanición, y lo único que hubiera para comer fuera leche. En tal caso no cabe discusión alguna: ¡claro que podían consumir leche! Pero lo que hiciste tú sí que es pecado. Y el pecado es aún más grande, porque N.N. estaba por partir a San Petersburgo, en donde las tentaciones no le faltarán. Pero tú, antes de que se fuera, hiciste que retorciera su canon y lo terminara infringiendo con un pretexto cualquiera. Lo peor de todo es que esta caída puede terminar llevándola a otra, y después a otra más, y así sucesivamente. Y la responsabilidad de todo esto será solamente tuya. No estoy exagerando. Simplemente te estoy diciendo la verdad. En lo que a ti respecta, ¿por qué razón rompiste el ayuno aquel día? ¡No lo entiendo!

¿Acaso fuiste tú quien emitió las disposiciones referentes al ayuno, y por eso te sientes libre de decidir cómo y quién debe cumplirlas o no? ¡Me desconcierta tu actitud! Pero todavía más extraño es que todo esto te parezca un asunto ajeno a ti… Creo tendrías que examinarte con sinceridad y reconocer tu falta. Nadie te confió esas chicas para que les enseñaras a quebrantar el ayuno. Para ellas, tú eres el modelo a seguir, un ejemplo de lo que es ser una buena cristiana. Y es posible que se hayan atrevido a romper el ayuno solamente por ti, para que no te avergonzara abofetear tú sola el rostro de nuestra madre, la Iglesia. ¡Abofetear el rostro de tu propia madre! ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Creo que no pensaste bien lo que estabas haciendo… Ahora me pides que te absuelva. Bien, tu pecado está perdonado; el tuyo y el de las demás, con la potestad que se me confirió, a pesar de que también yo soy pecador. Pero ¿en qué te ayuda esto? ¿Es que la absolución “por correspondencia” tiene algún efecto? Corre a buscar a tu padre espiritual, confiésate ante él con sinceridad y pídele un canon de penitencia. Te suplico que, por amor a Dios, no descuides esto que te estoy recomendando... (...) Debes sentir pesar por lo que hiciste; haz las postraciones que puedas y espera que Dios, Quien es muy compasivo, se apiade de ti. Él es clemente, sí, pero con quienes se arrepienten».

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Învățături și scrisori despre viața creștină, Editura Sophia, București, 2012, pp. 91-92)