Palabras de espiritualidad

Nuestra amada Madre celestial

  • Foto. Silviu Cluci

    Foto. Silviu Cluci

Ella es, en pocas palabras, el “Trono de Dios”, la “Puerta del Cielo” y la “Alegría de Dios”. A nosotros nos queda callar y admirarla, con gozo y una profunda humildad, en su santo y casto ícono, sosteniendo en brazos al Todopoderoso.

La más resplandeciente vida de una mujer, de un ser humano, apareció justamente entre nosotros, los hombres. Nadie ha podido jamás deslucir su purísima y santa alma. Ella vivió en este mundo hace cerca de dos mil años. Ni todas las loas, ni todos los acatistos, ni todos los meridianos de orientales y occidentales del mundo pueden ensalzarla como es debido.

Ella es, en pocas palabras, el “Trono de Dios”, la “Puerta del Cielo” y la “Alegría de Dios”. A nosotros nos queda callar y admirarla, con gozo y una profunda humildad, en su santo y casto ícono, sosteniendo en brazos al Todopoderoso desde la eternidad, y llorar de alegría y también de vergüenza ante ella. Ella puede lograr mucho por nosotros ante su Hijo. Por eso es que no tenemos que olvidarla en nuestra vida. Ella es nuestra amada Madre, la Madre de todos.

(Traducido de: Diaconul Gheorghe Băbuț, Maica Domnului, ocrotitoarea României, Editura Pelerinul Român, Oradea, 1992, p. 7)