De acuerdo con la enseñanza de nuestra Iglesia, la Madre del Señor es la única esperanza de los cristianos, protectora y liberadora de toda aflicción para aquellos que acuden a ella, fuente de piedad y baluarte invencible, mediadora ante el Creador, confianza inmutable de los fieles y regocijo de los que sufren. Ella intercede sin cesar por nosotros, orando fervientemente ante Dios. Ante sus ojos, día tras día, noche tras noche, hora tras hora y momento a momento, permanecen las grandes multitudes de hombres y mujeres que sufren por causa de los espíritus malignos, o enfrentan grandes adversidades y tribulaciones, o yacen en un lecho de enfermedad. A todos los ve y conoce la Muy Bienaventurada Madre de Dios.

“¡No hay lengua que pueda exaltarte como es debido, y hasta la mente más elevada se humilla ante ti, oh Madre de Dios! Por tu gran bondad, acepta nuestras muestras de fe, porque conoces el fervor que a ti tenemos. ¡Tú eres la protectora de todos los cristianos, y por eso te glorificamos!”.

(Traducido de: Arhimandritul Chiril Pavlov, Lauda Maicii Domnului, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 4)