Nuestro deber de aconsejar al otro en la virtud
Estamos ante un problema grande y general, porque la falta de fe está a la orden del día. Por eso es que luchamos sin cejar.
Esta es la forma de crear un momento para tu provecho espiritual. Pero debes saber cómo proceder. Si (la otra persona) no quiere escucharte, “Dixi et salvavi animam meam”, es decir, “Si tú adviertes al malvado y él no se convierte de su maldad y de su conducta perversa, morirá él por su maldad, pero tú te habrás salvado” (Ezequiel 3, 19-21). Cuando llegue el Juicio Final, al encontrarte con él, no podrá reprocharte que no le advertiste. Porque todos aquellos a quienes les hemos hablado en el nombre de la Verdad, hermanos míos, todos ellos nos verán y pensarán: “¡Ese me dijo algo importante, pero yo la ignoré!”.
Ciertamente, estamos ante un problema grande y general, porque la falta de fe está a la orden del día. Por eso es que luchamos sin cejar. ¡Pero, hermanos, evitemos tentar a los demás! Puede que no lo hagamos tanto con nuestras palabras, como con nuestros actos. Por eso, tenemos que ser equilibrados en todo lo que hagamos y, especialmente, tiene que haber paz en nuestros hogares… ¡esto es de gran ayuda, porque favorece muchísimo nuestro crecimiento espiritual!
(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Despre armonia căsniciei, Editura Elena, Constanța, 2013, p. 25)