Nuestros aparentes méritos no nos pertenecen a nosotros
Ciertamente, tendríamos que ruborizarnos porque la hormiga y la abejan saben cumplir como es debido aquel mandamiento de Cristo: “Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lucas 17, 10).
Procura olvidar lo antes posible tu esfuerzo y tus méritos. Es vergonzoso que la abeja y la hormiga te superen en este aspecto. Tienes que considerar cada uno de tus esfuerzos como si fuera el primero, tal como lo hacen la abeja y la hormiga, y cada mérito como si también fuera el primero. Exhibir lo mucho que te has esforzado y jactarte de tus méritos son cosas que traen consecuencias realmente nefastas: enemistad y riñas entre semejantes, envidia… y, al final, ese persistente sentimiento de no haber sido recompensado como merecías, seguido de una profunda desesperanza. ¿Has visto alguna vez una abeja o una hormiga desesperanzada?
Ciertamente, tendríamos que ruborizarnos porque la hormiga y la abejan saben cumplir como es debido aquel mandamiento de Cristo: “Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lucas 17, 10).
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Gânduri despre bine și rău, Editura Predania, p. 106)