Palabras de espiritualidad

Para distinguir cuándo nuestra fe es sana y cuándo no

  • Foto: Valentina Birgaoanu

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Al fanático siempre le falta algo: o la razón, o el corazón. El entusiasta siempre es un hombre íntegro.

El entusiasmo es fuego, pero también el fanatismo lo es. Sin embargo, el primero es un fuego sin humo, en tanto que el segundo es un fuego con humo.

El entusiasmo puede describirse así: un hombre íntegro que avanza hacia adelante, sin ver atrás en ningún momento. Cuando la razón lo estima conveniente, el corazón lo ama y el alma tiene la voluntad de hacerlo, el hombre se completa y, como un poder total, emprende obras de magnidut. Un hombre así es una fuerza descomunal en este mundo, más grande incluso que lo que él mismo cree que es.

El entusiasta ama a sus semejantes. Cuando al entusiasmo se le une el odio en contra de algunas personas, deja de ser entusiasmo y se convierte en fanatismo. Exactamente como cuando, en primavera, se enciende un montón de basura y debajo de ella se despiertan las serpientes, así es también el fanatismo.

El entusiasmo es siempre la fuerza que edifica y crea. Todas las grandes organizaciones sociales, el arte, los movimientos puramente humanistas y portadores de salvación, todos ellos han sido creados con entusiasmo. Nunca debe olvidarse que no existe entusiasmo sin amor a los demás. El fanatismo muestra todo su poder en tres casos: en la política partidista, en las revoluciones y en la guerra. Así como se distingue el día de la noche, así se diferencia el entusiasmo del fanatismo. El primero está guiado por el amor y edifica; el segundo está gobernado por el odio y destruye. El primero es universal, el segundo es exclusivista, sectario.

Al fanático siempre le falta algo: o la razón, o el corazón. El entusiasta siempre es un hombre íntegro.

Ten cuidado, alma, no sea que te enfermes y tu entusiasmo se transforme en fanatismo...

(Traducido de: Sfântul Nicolae VelimiroviciÎnvățături despre bine și rău, Editura Sophia, București, 2006, pp. 93-94)

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