Para distinguir la auténtica castidad que es agradable a Dios
El Señor reprende así a quienes siguen la misma actitud: “En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios” (Mateo 21, 31).
La virginidad tiene un gran valor ante Dios. La Santísima Virgen María se hizo digna de ser la Madre del Hijo de Dios de una forma sobrenatural y, debido a que siguió siendo Virgen, la llamamos Santísima. Sin embargo, no toda virginidad es buena y digna de encomio, como podemos ver en las palabras de nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio de las diez vírgenes: “Cinco de ellas eran insensatas y las otras cinco, prudentes” (Mateo 25, 2), es decir que las muchachas insensatas guardaban solamente una virginidad aparente, exterior, ya que por dentro mancillaban su castidad con pensamientos impuros, y también se dejaban vencer por otras pasiones, como la codicia y la soberbia, le envidia y el odio, la ira y el rencor, pero, especialmente, la disipación.
Por eso es que el Señor reprende así a quienes siguen la misma actitud: “En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios” (Mateo 21, 31); y a quienes fingen ser virtuosos, “los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera” (Mateo 8, 12).
(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Filocalia de la Optina, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 139)