Para encontrar la forma perfecta de orar
El corazón se siente tan lleno, que es suficiente con decir: “¡Jesús mío!”, nada más. El amor se expresa de mejor forma sin palabras. Cuando el alma se enamora verdaderamente del Señor, prefiere el silencio y la oración con la mente.
Cuando te enamoras de Cristo, prefieres el silencio y la oración con la mente. Entonces, las palabras callan. Es un silencio interior que antecede, acompaña y sigue al descenso de la divinidad, es decir, la unión divina del alma con lo divino. Cuando te hallas en este estado, no necesitas más de las palabras. Es algo que solamente vives. Algo que no puede explicarse. Solamente quien experimenta esto puede explicarlo. El amor que sientes te abruma, te une con Cristo. Te llenas de gozo, de felicidad, demostrando que en tu interior mora el amor divino, el amor perfecto. El amor divino es desinteresado, simple, real.
La mejor forma de orar es el silencio. El sosiego completo.... “Que calle todo el cuerpo”. Ahí es donde se realiza la deificación, en el silencio, en el sosiego, en secreto. Ahí es donde se realiza la verdadera adoración. Sin embargo, para vivir esto, hay que alcanzar ciertos niveles... Entonces las palabras desaparecen. Recordemos: “Que calle todo el cuerpo”. Este modo, el de la paz silenciosa, es el más perfecto. Así es como nos deificamos. Así es como nos adentramos en los misterios de Dios. No es necesario hablar mucho. Es mejor dejar que sea la Gracia quien hable.
Yo decía: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”, y nuevos horizontes se me abrían. Lágrimas de alegría y felicidad brotaban de mis ojos, por Su amor y Su sacrificio en la Cruz. ¡Qué añoranza tan fuerte! Aquí es donde se esconde la grandeza, el Paraíso; y, porque amas a Cristo, repites estas palabras con un anhelo encendido, desde el corazón. Y, poco a poco, las palabras se desvanecen. El corazón se siente tan lleno, que es suficiente con decir: “¡Jesús mío!”, nada más. El amor se expresa de mejor forma sin palabras. Cuando el alma se enamora verdaderamente del Señor, prefiere el silencio y la oración con la mente. Y el amor divino, rebosante, llena el alma de gozo y felicidad...
Dice San Ignacio Brianchianinov: “¡Cuán añorada es la oración del corazón, cuán añorado es el silencio del corazón, cuán añorado es vivir en el más solitario desierto, porque todo eso ayuda extraordinariamente a la oración del corazón y a silencio del corazón!”.
El silencio del corazón consiste en no distraerte con nada. Es vivir solo, con Dios. Él está en todas partes y abarca todo. Me esfuerzo en lanzarme al infinito, a las estrellas. Mi alma se impulsa hacia la grandeza de la omnipotencia de Dios, atravesando la distancia de millones de años luz. Siento ante mí al Todopoderoso Dios y abro mis manos y mi alma, para unirme a Él, para participar de la Divinidad...
(Traducido de: Părintele Porfirie, Ne vorbește părintele Porfirie, Editura Egumenița, p. 241-215)