Si los padres quieren tener hijos verdaderamente obedientes, hijos que guarden los límites del respeto aún cuando no sean supervisados por sus progenitores, que no esperen ninguna recompensa por su obediencia y no le teman al castigo si desobedecen, deben enseñarles, desde pequeños, la obediencia ante Dios. Los padres deben enseñarles a sus hijos que fue Dios quien instituyó la obediencia, y que Él Mismo ordenó que los hijos obedezcan a sus padres y se sometan a ellos, porque al no hacerlo estarán cayendo en pecado y atrayendo Su castigo. Además, deben enseñarles que, honrando a sus padres, atraen la bendición de Dios, tanto en este mundo como en la vida futura. De igual manera, es imperativo que los padres enseñen a sus hijos que, obedeciéndoles, se asemejan a Jesús cuando niño, de quien el evangelista Lucas dice que obedecía a Sus padres (2, 51). Este divino Niño Jesús debe ser, para nuestros hijos, un ejemplo luminoso a seguir. Los padres están obligados a enseñar todo esto a sus hijos, con la mayor frecuencia posible, comenzando a la edad más tierna.

(Traducido de: Sfântul Vladimir, Despre educație, Editura Sophia, p. 104-105)